Campeón de la Copa América con Uruguay en 1956, puntero izquierdo escurridizo, aprendió con los grandes para luego llevar su fútbol por Sudamérica. En la pizzería de su hijo Gustavo, en Caracas, se siente cómodo para recordar. Técnico de partidos inolvidables de la Selección Vinotinto, conoció la Libertadores en sus inicios y condujo 8 equipos diferentes en 12 ediciones, siempre peleando para llegar lejos y potenciando a los cuadros más modestos.
-¿El Maracanazo marcó el comienzo de su carrera?
-En 1950 debuté con Bella Vista y el primer partido después del Maracanazo fue con Peñarol. Obdulio Varela gritaba y yo medio le falté el respeto, le decía: "No pasa nada con ustedes, Negro". No me hablaba, pero cuando faltaba poco hizo un gol Hohberg. Agarró la pelota, se acercó a donde estaba yo y me dijo: "Pibe, tomala, da la pasada", para que sacara del medio. Se dio media vuelta y se fue.
-¿Cómo influyeron los técnicos uruguayos en su formación?
-La experiencia fue muy grande. Tuve a Héctor Castro, el Manco, campeón del mundo en el '30, tenía una manera rápida para decir las cosas. "Si no podés marcarlo, subíte arriba a caballo". Era muy vivo. Con Brasil me marcaba el grandote Djalma Santos, que pegaba mucho y el Manco me dice: "Cuando cae, hace más ruido que vos". Había que poner el cuerpo, esa picardía era clásica en la enseñanza. Tuve también a Juan Carlos Corazzo. Hugo Bagnulo tenía esa bohemia de la calle. Un día habíamos perdido 1 a 0 porque un defensor quiso salir jugando. Nos reunió a todos y dijo: "Yo voy a decirles una sola cosa, me la contestan más adelante. ¿Qué es mejor, tirar la pelota para la tribuna o perderla y que el contrario haga el gol? No me contesten hoy". Tuve dos grandes preparadores físicos, Alberto Langlade en Uruguay y Adolfo Mogilevsky en Argentina. Si eran 10 vueltas a la cancha, les gustaba que diéramos 12, que no aflojáramos.
-Su primera salida fue a Atlanta, en Argentina...
-Me hizo cambiar mucho el fútbol argentino. En el vestuario había un cuidado con el jugador, las medias, los balones, la disposición para entrenar, no había quién llegara tarde. Vivían para el compañerismo. Luis Artime me decía que le diera la pelota para el lado que corría, así no la perdía, cosas que uno ignoraba.
Walter Roque muestra el cuadro de un equipo de Atlanta que él integró. Es el último de pie a la derecha. Fotos: Miguel Vallenilla
-¿Compartió con Carlos Griguol y Osvaldo Zubeldía?
-Griguol fue siempre un caudillo, ayudaba los 90 minutos con palabras, jamás un insulto. A Zubeldía lo tuve de compañero y de entrenador. Manejaba los partidos en la cancha atacando a espaldas de los contrarios, decía que lo más feo era correr para atrás. Uno fue juntando todo eso.
-¿Cómo llegó a Colombia?
-Hohberg me llevó a Cúcuta. Había un nivel muy alto. Colombia me dejó el juego de conjunto, se tocaba mucho la pelota.
-¿Y a Venezuela?
-Me llevó (Julio César) ‘Poroto’ Britos y Wálter Gómez vino desde Manizales. Era uno de esos jugadores que nacieron para ser cracks sin que nadie les enseñara. En Venezuela me siento millonario por la tolerancia y el apoyo moral que me dieron, he sido muy respetado.
-¿Cuál es el mejor recuerdo de la Libertadores?
-La mejor actuación fue la del Atlético San Cristóbal (1983), se armó sobre la marcha con una responsabilidad grande de los propios jugadores, porque el cuerpo técnico éramos mi ayudante y yo, el médico iba a veces. Llegaron Carlos Horacio Moreno, Carlos Maldonado, Pedro Febles, Gaby Barreiro. Había que ganar y en Ecuador fuimos un gran equipo. El jugador tiene que sentir esa rebeldía interior. Cuando vinimos, la caravana hasta San Cristóbal demoró 6 horas. En la semifinal empatamos con Peñarol, el campeón intercontinental.
-¿Y las primeras Copas con el Valencia (1972 y 1974)?
-Había jugadores de primera línea, como Fernando Areán, que venía de Millonarios. Le hicimos partido a Peñarol. Al estadio iban los amigos de los directivos, de la colonia italiana. Peñarol mejoraba su equipo para la Libertadores y nosotros nos contentábamos con lo que teníamos. Después fui campeón con Portuguesa y volví al Valencia.
Los ocho clubes que dirigió en la Copa Libertadores: Valencia FC, Galicia Fc, Estudiantes de Mérida, Atlético San Cristóbal (todos de Venezuela), Oriente Petrolero (Bolivia), Progreso (Uruguay), San José de Oruro (Bolivia) y Deportivo Táchira (Venezuela)
-¿Con Galicia (1975 y 1976) sí iba más público en Caracas?
-Llevaba mucha gente, los inmigrantes españoles hacía poco que habían llegado y les gustaba el fútbol. Empezaban a surgir jugadores venezolanos. Goleamos a Nacional de Quito. Al año siguiente enfrentamos a River y aguantamos el primer tiempo. Yo siempre le pido al jugador la rebeldía de no sentirse vencido. Estaba Luis Mendoza, el venezolano por el que siempre me preguntaban.
-¿Cómo era Richard Páez en Estudiantes de Mérida de 1977?
-Richard hacía jugar al resto. Veía el fútbol de otra manera, fue muy experto siempre. Tenía poco la pelota en los pies, tocaba, practicaba el fútbol que le gustaba. Los importados (Juan José) Scarpeccio y (José Enrique) Chiazzaro ponían a mover a los defensores. En Mérida la gente siempre respondió y ganamos en Perú. En el segundo año (1978), varios muchachos se fueron del fútbol, estudiaban y no lo veían como una profesión. Hicimos buenos partidos en Paraguay.
-En Progreso (1987 y 1990) compartió con el Presidente de Uruguay Tabaré Vázquez...
-Tabaré fue presidente de la República porque primero fue presidente de Progreso. En las calles de toda esa barriada grande de La Teja estaba candidateado. Tuvo el apoyo de la gente trabajadora, era una persona del fútbol. Puso un comedor para las categorías menores, hizo una cancha auxiliar. Yo iba con una camionetita a pedir la comida para las concentraciones, la gente colaboraba. Los partidos de Libertadores se jugaron en el estadio (Centenario), con más de 30 mil personas. (Luis) Heimen era un volante ofensivo muy bueno, César Vega un buen zaguero, (Erardo) Cóccaro un perro de presa, (Johnny) Miqueiro el goleador. La segunda vez ya me llamaron para la Copa. Las pretensiones eran superiores, pero se fueron yendo algunos. Jugaba Leonardo Ramos, que ahora es el técnico.
Al frente del Atlético San Cristóbal de Venezuela (es el primero desde la izquierda). Llegó a semifinales de la Libertadores de 1983
-¿Cómo recuerda la buena campaña de Oriente Petrolero en 1988?
-Hicimos una buena preparación, teníamos a (Roberto) Brunetto, un defensor argentino; al arquero (Carlos) Trucco, la experiencia de (Erwin) "Chichi" Romero. Gran jugador, ordenaba y le pegaba muy bien. Víctor Hugo Antelo estaba siempre cerca del área. Eliminamos a Olimpia de visitante y a Colo Colo. Casi vamos a la semifinal con Nacional.
-En Oruro lo siguen recordando por el título con San José, que jugó la Copa del '96. ¿Cómo fue esa etapa?
-Hay fanáticos de San José en todo el país, porque la gente se va a temprana edad. La altura marcaba diferencia. Roly Paniagua era muy rápido y muy hábil, lo mismo que Eduardo Villegas. Se hacían los goles que se necesitaban y el estadio siempre estaba lleno. Trabajamos bien, íbamos a los médanos. Nos eliminó Barcelona por penales.
-Para la última Copa con Táchira (2001), tuvieron que jugar primero con los mexicanos...
-Les ganamos a Atlante y Cruz Azul. Ese equipo tuvo un comportamiento táctico muy grande. Tenía dos volantes argentinos: (Juan José) Cardinal y (Claudio) Rivadero. Estaban Tortolero, el brasileño Giovanni Daniel, el goleador (Diego) Herrera, Angelucci, pero la Libertadores la jugamos el año siguiente y ya se habían ido varios.
-¿Qué le diría a los técnicos que van a jugar la Copa?
-Que hay que armar un equipo muy compacto, para ser ganador de local y que afuera se pare bien, toque, tenga la pelota. Por eso hace falta reforzarse con jugadores de gran personalidad.
Después de 83 partidos coperos, títulos en distintos lugares y vivencias con los grandes de todos los tiempos, hay que tomar nota cuando habla "Cata" Roque. Decenas de sus dirigidos lo ponen en práctica como técnicos.
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