Atiende el teléfono con su inconfundible tonada cordobesa. No nos quedan dudas, Gabriel Viglianti está del otro lado de la línea, mientras su hija Martina también quiere ser protagonista e intenta tomar el teléfono para esbozar algunas palabras. En charla con elgrafico.com.ar, el ex jugador de Racing de Córdoba, que pasó por el modesto Agrario de Río Tercero, y luego recaló en el fútbol boliviano nos cuenta acerca de su experiencia en el Oţelul Galaţi de Rumania.
-¿Cómo fue la transición del fútbol argentino al boliviano?
-En el 2004, me fui a Tarija, cerca de la frontera con la Argentina. Al año ya estaba en Oruro, jugando para San José a 3800 metros de altura. Los primeros quince días, hasta que me adapté y le tomé la mano, lo sentía mucho. Fue bastante duro. Después, me adapté y es distinto. Me pasó que las veces que me volvía a Córdoba y me sentía mal, como cansado y con sueño. Volvía a Bolivia y me sentía bien otra vez, ya estaba acostumbrado. Después de un año y medio, me compró el Bolívar y me fui para La Paz, que es otra cosa. Es como Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba, como cualquier ciudad grande de la Argentina. Porque Oruro, es como un pueblo, no tenía ni supermercado. Por la cantidad de gente que vive parece una ciudad, pero es un pueblo.
-¿Cómo te trató la gente?
-El San José es un club muy especial, el más grande de la ciudad. A cada partido asistían 15 mil personas como mínimo. Y, cuando se jugaba un clásico, iba mucha más gente. Además, en Oruro, no existen hinchas que no sean de San José. Por eso, a donde iba, me reconocían, me pedían autógrafos y me sacaba fotos con los chicos. Si uno va allí como turista, piensa que no podría vivir nunca en el altiplano. Pero la gente es muy cálida. Los campesinos, como le llaman allá, muestran mucho los rasgos y las costumbres de la cultura boliviana. Me hice muchos amigos allí, también en La Paz. Es más, quedó una muy buena relación con los dirigentes. Puedo decir que me he ido en buenos términos de todos los clubes por los que estuve.
-¿Qué te sorprendió de los hinchas bolivianos?
-Fue muy loco. Cuando me compró el Bolívar, los hinchas del San José me vinieron a felicitar a mi casa. Me daban las felicitaciones no sólo por el logro económico, sino también por el crecimiento en lo deportivo. Eso marca la diferencia con un club de la Argentina. Nadie te va a desear suerte en otro equipo, al contrario. Acá la gente lo vive bastante diferente que allá. Me ha pasado de jugar partidos importantes contra The Strongest, y salía con el auto o caminando entre los hinchas del equipo rival, y cuanto mucho te dirían algo, pero nunca nada de violencia.
-¿Y qué pasó cuando se terminó el contrato con el Bolívar?
-Tenía chances para irme a otro club boliviano. Entonces, volví a Córdoba, donde se había quedado mi esposa Romina con mi hija Martina (1 año y 10 meses). Justo antes de firmar con ese equipo, surgió la posibilidad de viajar a Rumania. Tuvimos que regresar a Córdoba, para venir a Europa. Se dio todo muy rápido.
-¿Cómo dieron con vos?
-Me vieron cuando disputamos la Copa Sudamericana y la Copa Libertadores. En ese momento, se me acercó mucha gente y un agente FIFA argentino que vive en Suiza me contó acerca de esta propuesta y arreglamos.
-¿Cuál fue la primera impresión?
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